Recostada a los pies de la sierra de su nombre, teniendo en lo alto las ruinas del antiguo castillo de los Peñascales o Peñas de Oxox, se ubica la Villa de Ulea, cuyo nombre parece traducirse por Ulliya = "la Alta", y que no documentamos hasta la segunda mitad del siglo XIV. Con toda probabilidad tras la reconquista sería una pequeña alcarria integrada en el término de su vecina Ojós, hasta que un posterior desarrollo poblacional permitió su segregación e independencia, pasando la fortaleza a denominarse las Peñas de Olea (Ulea). Como todas las localidades del Valle de Ricote, desde 1285 estuvo integrada en la encomienda de dicho nombre, hasta la segunda mitad del siglo XIX.
Merced a la acequia que parte de un azud en término de Ojós, y que atraviesa costosas minas excavadas en la montaña, una fértil huerta posibilitó que su población aumentase, aunque lentamente, hasta llegar a constituirse en concejo municipal en el verano de 1501, tras la conversión de sus habitantes al cristianismo. La pequeña mezquita, cambiada a templo de culto católico, pronto fue derribada y sobre su solar se edificó una iglesia que, con sucesivas ampliaciones, es sin duda la más antigua de las existentes en el Valle.
La expulsión de los vecinos moriscos en 1613 tuvo importantes repercusiones en la demografía y vida local, sobre todo en la económica, pues la mayoría de las propiedades pasaron a poder de personas poderosas, caso de don Sebastián de Rueda y Benavides, que adquirió numerosas tierras, la Venta de la Rambla, y dos oficios de regidor. Propiedades que se unieron posteriormente, por vía de matrimonio con doña Luisa Muñetones, a las de otro terrateniente. En 1656 doña Luisa poseía en Ulea 230 tahúllas de tierra blanca y arbolada en la huerta, y un molino de aceite en su población. Fundado mayorazgo, adquirieron el patronato de la Capilla mayor, colocando a ambos lados de ella sendos escudos con sus armas. Sucedió en el mayorazgo posteriormente don Mariano Aguado y Flores, que en 1797 consiguió el título de Conde de Campo Hermoso.
Visitar Ulea es poder recrearse en variedad de planos y contrastes, desde las altas y angostas callejuelas morunas, hasta las nuevas avenidas en terrenos arrebatados a la fértil huerta. De singular interés es el ambiente que se respira en la plaza principal, donde junto a un pintoresco edificio de principios de siglo, hoy casa parroquial, se localizan la Iglesia de San Bartolomé, Patrón de la Villa, y el Ayuntamiento, recientemente rehabilitado. El templo es digno de ser contemplado, pues posee el antiguo artesonado mudéjar del siglo XVI y otras joyas arquitectónicas, sin olvidarnos de su Lignum Crucis, conservado en rica cruz custodia, que el tres de mayo se baña ritualmente en un templete octogonal levantado al efecto sobre la acequia. En las afueras de la Villa, se alza un gracioso edificio de diseño árabe denominado el Gurugú, desde el cual se contemplan hermosas vistas de la localidad, el río Segura, y que alcanzan a Villanueva del Segura y el llamado Parque de la Marquesa.
También podemos subir a las alturas de la sierra, donde se alza un monumento al Corazón de Jesús, con su mirador; no muy distante del mismo, los restos del castillo medieval, apenas perceptible, y la oquedad de un antiguo depósito de aguas, al que los naturales han dado en llamar la "Pila de Reina Mora", desde donde se observa un dilatado panorama de gran parte del Valle, incluidos Ojos, el paraje del Santo de la Novia y los restos del complejo habitacional tardorromano.
Luis Lisón
Académico de la Real Academia Alfonso X el Sabio